sábado, mayo 19, 2007

Memoria histórica en España.


Un tema latente en la España de hoy es el tratamiento que se le debe dar a la memoria histórica .Como cada vez que esta emerge, sea en una forma de denuncia, discurso crítico o una ley propugnada por el gobierno, se encienden las pasiones que ponen en evidencia el conflicto entre la historia establecida y la de los vencidos.
Esto que ocurre no es por falta de juicio crítico sobre el pasado de la Guerra Civil Española o el franquismo, ya que se ha establecido con bastante claridad las características de ambos y las posteriores mutaciones durante la dictadura franquista. Pero hay algo más, es lo que podríamos llamar , como hace Reyes Mate, las víctimas, los ausentes, los silenciados, los olvidados.
Si bien en el caso español encontramos una historiografía bastante amplia en matices, en la que no han faltado intereses políticos, el debate que abraza hoy a España implica lo siempre presente, una memoria que no se corresponde con la historia oficial, la memoria invisibilizada pero siempre presente en el conciente colectivo.

En la sociedad española se reproduce el mismo fenómeno que en otras sociedades que intentan despojarse rápidamente de un pasado incómodo, en el que no desean verse nuevamente inmersos y que optan por el distanciamiento. Es la reacción natural ante una guerra y un régimen que se caracterizaron por su extrema violencia y dureza represiva.
Pero el pasado no ha sido enterrado aún, sí sus muertos, pero no es suficiente para dar por cerrado un capítulo histórico de la magnitud que tuvo la GCE y el franquismo.

La transición política posterior a 1975 es hoy discutida entre los que consideran que se hizo lo posible con ese pasado , de acuerdo a los condicionantes de instituciones formadas y crecidas durante la dictadura franquista y por el otro, los que consideran que se hizo lo que correspondía de acuerdo al momento político y de cara al futuro que añoraban los españoles.
Si bien las nuevas instituciones democráticas estaban en pleno resurgimiento, es también atendible observar la debilidad propia de las mismas frente a un poder que aún era en mucho, dominante y determinante para regir la política, al menos en el corto plazo.
La elección, en principio, fue la de olvidar ese pasado incómodo ; que esta haya sido consensuada desde el temor con la mirada al pasado o desde la esperanza con la vista puesta en el futuro, es lo que divide hoy la censura y los aplausos.

En cualquier caso hay una decisión de no juzgar los crímenes cometidos y la contrapartida de relegar al olvido toda memoria de los vencidos. Estas eran dos decisiones que no podían separarse, de otra forma la herida que se intentaba cerrar hubiera sido permanentemente expuesta. Pero al mismo tiempo llevó a una superación artificial del problema, lo que condujo al conflicto actual; porque la herida cerró superficialmente y hoy se reabre , dando la razón cuando hablamos de una memoria siempre presente aunque no siempre visible.

Cómo instrumentalizar esa memoria histórica; si desde el reconocimiento simbólico de los partidos políticos, o una reparación económica, o con la anulación de los juicios franquistas ,etc. Es un aspecto paralelo. El tema en sí es como debatir ese pasado, cómo catalizarlo y admitirlo dentro de la propia historia haciéndolo parte de la identidad; no ya la identidad de los ausentes, sino la de la propia historia.

La reconciliación nacional española tenía un costo en aquel momento, al menos así lo entendieron los actores de esa transición democrática; el problema se suscita cuando dentro de las consideraciones se dio por asumido el olvido junto con la firma de decretos constitucionales.
La sociedad española de hoy asiste a un debate sobre su memoria histórica que va mucho más allá del traslado del Archivo de Cataluña; está discutiendo sobre su derecho a recordar y sus implicancias inmediatas y futuras.Para ello es indudable que debe despojarse de toda idea que propugne que memoria esta relacionado con el rencor y la revancha.
Memoria está directamente relacionada con la historia de los que hasta ayer fueron invisibles pero que están presentes en las fotos familiares, en las cunetas de algunas carreteras, detrás de recuerdos difusos, etc.

Es interesante que, en la actualidad de la sociedad política española, haya un sector que intenta negar esa memoria a los vencidos. Y lo situamos como llamativo porque es el temor a esa memoria el que los lleva a proyectar el presente sobre el pasado, cuando se sabe que toda memoria histórica actúa en el presente desde ese pasado. Es como aspirar a ser dueño del pretérito y ver al presente como una amenaza a esa posesión.

Si hay una memoria viva y con voz, ella será escuchado siempre por alguien, historiador o no y su eco perdurará a pesar de carecer de documentos o pedestales, por ello es ineludible el debate sobre la memoria histórica, no si esta es necesaria o no, oportuna o insolente; sino en qué términos se puede afrontar esa memoria y cómo se incorpora a la historia.

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